Nos gusta pensar que la honestidad es una virtud absoluta. Desde pequeños nos inculcan que mentir está mal y que siempre debemos decir la verdad. Sin embargo, en la vida real, la relación con la honestidad suele ser más complicada: aunque probablemente la mayoría defiendan la importancia de ser sinceros para vivir en comunidad, también es cierto, que mentir en ciertas ocasiones es necesario. Pero aquí surge una paradoja: ¿por qué preferimos a las personas que proclaman una postura absoluta sobre la honestidad (aunque, en el fondo sepamos que no sea del todo cierto), en lugar de aquellas que reconocen la complejidad moral que implica decir la verdad?
Un reciente estudio de Huppert, Herzog, Landy y Levine explora esta contradicción en profundidad. A través de seis experimentos con más de 3,500 participantes, los investigadores analizaron cómo la gente percibe a quienes adoptan una postura de «honestidad flexible» (admitiendo que a veces mentir es aceptable) frente a quienes sostienen un ideal absoluto de «honestidad total», aunque luego no lo cumplan. Sorprendentemente, los resultados muestran que aquellos que defienden la flexibilidad en la honestidad son juzgados más duramente que aquellos que siendo hipócritas fallan en seguir sus propias reglas.
Este hallazgo desafía la intuición, si todos mentimos ocasionalmente, ¿no debería ser más aceptable admitirlo?, la respuesta esta en la percepción de confiabilidad. Aquellos que defienden una postura absoluta sobre la honestidad son vistos como más predecibles, incluso cuando se contradicen a sí mismos. En cambio, quienes admiten que mentir es a veces necesario pueden ser percibidos como personas menos comprometidas con la verdad, lo que afecta la imagen de confianza que proyectan.
La investigación sugiere que estas dinámicas influyen en el discurso público y en la política. Un ejemplo claro es el caso de Hillary Clinton en 2016, cuando fue criticada por reconocer la necesidad de adaptar su discurso según la audiencia. Mientras tanto, sus oponentes, aunque también lógicamente mentían, se beneficiaban de sostener una postura de «honestidad absoluta». Por supuesto, esto también se ve reflejado en otros casos, en el ámbito corporativo: un líder empresarial que admita la complejidad de la ética empresarial puede generar desconfianza, mientras que uno que predica principios inquebrantables (pero no los cumple) es visto con mayor respeto.
En contextos más personales, también nos enfrentamos a esta paradoja. Por ejemplo, en relaciones interpersonales, muchas personas prefieren escuchar promesas idealistas aunque no sean realistas. Un amigo que dice «siempre estaré para ti» es visto con mayor aprecio que aquel que dice «trataré de estar cuando pueda», a pesar de que este último puede ser más sincero. La percepción de compromiso, aunque sea poco realista, genera seguridad emocional.
El problema no es sólo que la sociedad tolere la hipocresía, sino que, en muchos casos, la prefiera. Como muestran los estudios, esto se debe a que las posturas absolutas envían una señal de compromiso moral, aunque en la práctica no siempre se cumplan. Esta paradoja explica por qué seguimos eligiendo líderes y figuras públicas que no siempre son consecuentes con sus palabras. En un mundo ideal, podríamos valorar la honestidad en todas sus formas, incluyendo la valentía de reconocer sus matices.

Probablemente la solución a esta paradoja no sea simplemente cambiar nuestras expectativas de los demás, sino aprender a valorar la coherencia entre discurso y acción más allá de la retórica. El fomentar una cultura en la que se aprecie la honestidad realista y en la que reconocer la complejidad moral no sea visto como un signo de debilidad, sino de integridad. Esto podría llevarnos a sociedades más justas y transparentes, donde las personas no se vean obligadas a elegir entre la hipocresía y el rechazo social por admitir la verdad.
Referencias:
1. Huppert, E., Herzog, N., Landy, J. F., & Levine, E. (2024). On Being Honest About Dishonesty: The Social Costs of Taking Nuanced (but Realistic) Moral Stances. Northwestern University.